Los Estados Unidos han sido,
históricamente, la asignatura pendiente de la F1. Posiblemente uno de los
principales problemas radica en la incompatibilidad del formato de competición
que ofrece la Fórmula 1 con respecto a los multitudinarios campeonatos locales
de Nascar o Indycar. Tampoco ayudó la mala imagen de la carrera del 2007 en la
que solo tomaron parte seis coches en Indianápolis. Sin embargo, el problema
por el que la F1 estuvo fuera de los Estados Unidos durante cinco años ha sido
más causa de la renuncia de los promotores a pagar las tarifas de Bernie
Ecclestone que de una mala afluencia de público. En cualquier caso, la máxima
categoría del automovilismo también ha tenido buenos momentos en suelo
estadounidense y el principal objetivo de sus responsables es encontrar la
fórmula para que esto se solucione. El primer paso fue la creación de un nuevo
circuito en Texas.
Todo empezó cuando Tavo Hallmund, antiguo
piloto de Fórmula 3 y promotor, anunciaba un acuerdo con Ecclestone para llevar
a cabo un gran premio de Fórmula 1 en Austin. Hallmund conocía al 'Boss' desde
hacía décadas, era acompañado por el campeón del mundo de 500cc de 1993, Kevin
Swanchtz, para llevar adelante el proyecto.
Hallmund logró importantes socios
financieros, entre ellos el multimillonario americano de ochenta y cinco años
Red McCombs, todo un 'poder fáctico' local. Se contaba además con un amplio
terreno en las afueras de Austin, de 3,6 km2, que serviría para la construcción
del trazado.
El 2012, marcó el retorno de un Gran Premio
a EE.UU, por primera vez desde el bochornoso espectáculo del 2007, con un
circuito totalmente nuevo en Austin. El Circuito de las Américas, diseñado como
es preceptivo en la Fórmula 1 actual, por Hermann Tilke, y con la colaboración
con la empresa de arquitectos HKS, mide 5,5 km y está situado al sureste de la
capital de Texas.
Con 20 curvas, este circuito que gira en
sentido antihorario, y cuya construcción se inició en enero de 2011, se inspira
en los mejores circuitos de todo el mundo y en el aprovechamiento de la
topografía del terreno para incluir cambios de altura de hasta 40 metros, como
la llegada a la primera curva, en pronunciada cuesta arriba.
Es un Gran Premio a 56 vueltas, y se
recorren 308,896 kilómetros en total, con una velocidad media cercana a los 200
km/h. Para esta carrera.
En Austin y como es habitual, encontramos
dos zonas de DRS. El primer punto de detección lo encontraremos 150 metros
después de la curva 10, cuya activación será 320 metros después de la curva 11.
La segunda zona comienza 80 metros después de la curva 20, justo antes de la
recta de meta. Su punto de detección estará situado 65 metros después de la
curva 18.
Las fluidas curvas del primer sector
recuerdan a Maggots/Becketts de Silverstone y las "eses" de Suzuka, y
ponen a prueba la capacidad de los monoplazas de cambiar de dirección a alta
velocidad. El resto de la vuelta es un típico ejemplo del diseño de los
circuitos modernos, con una horquilla que lleva a una larga recta, que va
seguida de una sucesión de curvas lentas. Las curvas 12-15 son un guiño a la
zona del estadio de Hockenheim, mientras que las 16-18 recuerdan a la ocho de
Istanbul Park, aunque la velocidad de entrada será inferior.
El circuito tiene por tanto un poco de
todo. Tiene más curvas que se toman a más de 250 km/h que Spa-Francorchamps y
más de menos de 100 km/h que Hungaroring.
Aunque también es cierto, y se puede
decir que todas las curvas del Circuito de las Américas son únicas, y que
tienen personalidad propia. Y aunque en ningún momento tiene el carácter de Spa
o Suzuka, Austin quizá es la pista más valorada de Tilke en el Siglo XXI
(Sepang debutó en 1999). Pero, por encima de todo, lo que hace grande a un
circuito es su público, como Fernando Alonso recalcó desde el podio. Y, en ese
sentido, la bienvenida cálida brindada por los estadounidenses y el resto de
vecinos norteamericanos (y sudamericanos) llegados hasta Austin fue un
magnífico regalo para que la Fórmula 1 y estas tierras hagan definitivamente
las paces.
Este año, igual que en el 2014, los
neumáticos designados para esta cita son el medio y el blando.
Si repasamos un poco la historia de la F1
en suelo de los EEUU, en diciembre de 1959 se organizó el primer GP de Los
Estados Unidos de Fórmula 1 en el Sebring International Raceway. En la línea de
partida estuvieron presentes siete pilotos de los Estados Unidos, pero el
ganador fue el neozelandés Bruce McLaren, en un Cooper, convirtiéndose en el
piloto más joven en haber ganado una competición de Fórmula 1 hasta ese
momento. La carrera fue llevada a Riverside, California en 1960, y Stirling
Moss fue el vencedor.
En 1961, la competición si fue todo un
éxito en Watkins Glen, New York, donde ya existía público para las carreras
automovilísticas. Ésta fue la sede de la Fórmula 1 durante los siguientes 20
años. En 1973 el piloto François Cévert murió a causa de un choque terrible y
Helmuth Koinigg murió degollado en un accidente en 1974 colándose el morro por
el guardarrail.
El siguiente GP se disputo en el 1984 en
Dallas y fue otro fracaso absoluto, por lo que hasta el 1989 no se disputo el
GP. Por tres años, la carrera se disputó en el circuito callejero de Phoenix
con muy poca asistencia y fue finalmente eliminada en 1991.
No fue hasta el año 2000 que se disputó
el siguiente GP de los Estados Unidos, esta vez en el legendario Circuito de
Indianápolis. El circuito de Fórmula 1 utiliza una recta y una curva del óvalo
utilizado en los campeonatos norteamericanos, circulando en el sentido de las
agujas del reloj. Para el Gran Premio de los Estados Unidos de 2000 asistieron
alrededor de 225.000 espectadores, que es probablemente el más alto número para
una carrera de Fórmula 1. La victoria de Michael Schumacher fue la segunda de
cuatro victorias seguidas con las que cerró el campeonato de ese año, tomando
ventaja sobre Mika Häkkinen que buscaba su tercer campeonato. En 2001, la
carrera se celebró menos de tres semanas después del 11-S, y muchos equipos y
pilotos rindieron un homenaje especial a los Estados Unidos en sus coches y
cascos. Habiéndose celebrado en septiembre los primeros cuatro años, el Gran
Premio de los Estados Unidos se trasladó a principios del verano en 2004. En
2005 problemas con los neumáticos Michelin llevaron a 7 equipos a retirarse de
la carrera tras la vuelta de formación. Sólo 6 coches (los que usaban
neumáticos Bridgestone) compitieron en lo que se consideró una farsa. El
público mostró su enfado arrojando objetos a la pista, y muchos comentaristas
cuestionaron si se volvería a celebrar un GP de Estados Unidos en Indianápolis
pero igualmente en 2006 y 2007 se disputó el evento sin mayores contratiempos.
Señalar que justamente en la carrera del 2007 fue en la que Sebastian Vettel
debutó en la F1 con el equipo BMW Sauber y se convirtió en el piloto más joven
de la historia en puntuar al acabar octavo.
Desde el retorno de la F1 a suelo
estadounidense, Sebastian Vettel en dos ocasiones y Lewis Hamilton en una, se
han repartido las victorias
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